Eutonía. Dejar ser los ritmos propios

Eutonía. Dejar ser los ritmos propios

Vivir en armonía requiere de la atención abierta hacia diversas direcciones. Es preciso experimentar el mundo circundante, los ritmos que aparecen en el afuera e impactan sobre nuestros cuerpos, sobre nuestros propios ritmos, y cuáles son las herramientas que cada uno ha ido cosechando para establecer la comunicación entre el adentro y el afuera. 

El trabajo en eutonía propone desarrollar un observador interno que sea capaz de observar sin juzgar y registrar nuestros estados de tensión de modo de ir logrando adaptar el tono a la situación presente: flexibilizarlo, disponiendo de los diversos grados de tensión según la actividad que nos proponemos realizar. 

En cada clase invitamos a llevar la atención a las diferentes zonas del cuerpo a fin de establecer contacto con nosotros mismos y lograr un estado de presencia. Dentro de ese marco, la invitación se centra también en registrar cómo llegamos a la clase, cómo percibimos la velocidad de nuestros pensamientos, de nuestra respiración: cómo hacemos lo que hacemos. 

Es común escuchar luego de una clase que aquellos que participan hayan sentido que el tiempo pasó muy rápido, o que por momentos se detuvo. Es que la atención dirigida hacia el propio cuerpo nos sumerge en una experiencia que, a priori, parece separarnos del mundo exterior.

A través del desarrollo de la conciencia observadora y particularmente a través de la ampliación de la conciencia de la piel se vivencia la existencia del límite entre uno mismo y lo que nos rodea. La piel es un órgano de comunicación, y estimularla y trabajar sobre su sensibilidad, es una herramienta que está a nuestro alcance para lograr la adaptación constante al entorno y la regulación de nuestro sistema. 

El desarrollo de su sensibilidad y la estimulación de los mecanorreceptores que se encuentran en la piel regula el tono y las funciones vegetativas, produce cambios neurológicos, glandulares, musculares. Al estimular a través del toque el sistema nervioso (uno de los principales regentes de nuestros ritmos internos) podemos influir en los movimientos que se suceden dentro de nosotros mismos -por ejemplo, en los inherentes a la respiración (inspirar, espirar)- y otros ritmos más difíciles de percibir, como los inherentes a la circulación sanguínea que pueden ser notados a partir de cambios en la temperatura corporal.  

Los ritmos tienen organización: suceden dentro de un espacio de tiempo. La regularidad con la que aparecen los sonidos y movimientos, su cadencia, hace que se presenten ante nosotros como un proceso vital. Hacer contacto con los ritmos propios es una experiencia revitalizadora, dadora de seguridad. Solo basta recostarse en el piso, establecer contacto con el suelo que sostiene, y abrir la escucha.

El tiempo de la eutonía es el tiempo de observarnos, observar cómo establecemos un equilibrio entre nuestras sensaciones interiores y el exterior, cómo se modifica nuestro estado de tensión corporal, el ánimo, los pensamientos, los biorritmos, según los diversos estímulos.

Detenernos a escuchar el cuerpo, registrar sus sonidos, dejar ser sus ritmos, nos va a presentar más disponibles para sostener una comunicación rítmica (organizada, vital) y respetuosa, hacia nosotros y hacia el entorno.

Carolina Maure
Eutonista diplomada en la Asociación Argentina y Latinoamericana de Eutonía AALE y Lic. en Trabajo Social (UBA) / caromaure@gmail.com
@eutonia.caromaure

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