FUNDAMENTOS DEL YOGA por Ramiro Calle
El yoga es, básicamente, un método de mejoramiento humano con una antigüedad de más de seis mil años, originario de la India, pero que despierta un creciente e intenso interés, cada día mayor, entre los occidentales.
Pero el descubrimiento del yoga y de sus notables excelencias por los occidentales no es ni mucho menos reciente.
Recordemos que ya Alejandro Magno se dejó instruir por un yogui jaina de nombre Kalano y que desde aquellos remotos días empezaron a ser numerosos los filósofos, místicos, pensadores, viajeros sobresalientes, peregrinos y escritores de nuestro hemisferio interesados por las enseñanzas del yoga e incluso entusiasmados por sus textos espirituales.
A propósito de los Upanishads, Schopenhauer declaró:
«Han sido el consuelo de mi vida y de mi muerte».
Del mismo modo, Hermann Hesse destacaría hace casi ocho décadas que si algo le urgía a Occidente era la práctica del yoga, y antes que él innumerables intelectuales y pensadores como Victor Hugo, Lamartine, Pierre Loti, Romain Roland y tantos otros habrían de interesarse vivamente por el pensamiento de la India.
Los métodos liberatorios del yoga se han ido incorporando desde muy antiguo a otras tradiciones, tales como el budismo theravada, el budismo zen, el budismo tibetano, el jainismo, el tantra, el sufismo, el gnosticismo, el cristianismo oriental y otros sistemas soteriológicos.
Puesto que el yoga es suprarreligioso y fundamentalmente ecléctico en este sentido, es de utilidad tanto para personas con creencias como para quienes no las tengan, pues lo que aporta es un conjunto de preciosísimas técnicas para el autodesarrollo.
El yoga siempre apela a la inteligencia y al discernimiento del practicante, y debe éste tratar de evitar a esos «maestros» o «instructores» que acompañan la enseñanza del yoga de adoctrinamientos incluso muchas veces dogmáticos y que nada tienen que ver con el yoga mismo.
El verdadero yoga, que es el que se viene practicando desde tiempos inmemoriales en todas las épocas y latitudes, es a veces falseado por desaprensivos maestros e instructores que lo convierten en una simple gimnasia, o lo reducen a una simple y casi grotesca caricatura del yoga real, o, incluso, lo que es verdaderamente inexcusable, lo proponen hasta como un método competitivo y un espectáculo de campeones.
También invito al lector a que utilice su sabiduría discriminativa para prevenirse contra los diversos pseudoyogas que algunos instructores proponen o contra los sucedáneos que algunos tratan de «colar» como si se tratara de verdaderas enseñanzas. No hay atajos para llegar al cielo y los métodos que prometen éxitos espectaculares en un breve espacio de tiempo son todos cebos para atraer a personas ingenuas que luego se encontrarán con el anzuelo y comprobarán, desanimadas, que lo que se les ha ofrecido, y por lo que obviamente han pagado, no tiene ningún alcance ni eficacia.